Diseñadores, emprendedores y científicos sustentables buscan inspiración en el medio ambiente
Eficientes paneles solares inspirados en las alas de las mariposas, un hilo irrompible que imita la tela de araña, edificios sustentables que copian la lógica de los nidos de las termitas, una línea de muebles económicos creada a partir de estructuras óseas o un tren bala más ecológico que replica la morfología de un pájaro. En tiempos de crisis ambiental, las soluciones a muchos de nuestros problemas están surgiendo de la naturaleza.
Al menos así lo entiende una nueva generación de diseñadores, emprendedores y científicos sustentables que buscan inspirarse en el reino animal y el vegetal para desarrollar innovaciones humanas. La intersección en donde se encuentran –y se potencian– estos creadores es el biodiseño, una disciplina emergente que cada vez atrae más miradas por su capacidad de idear alternativas sustentables, con aplicaciones en campos tan diversos como la arquitectura, el transporte, la medicina, el agro o la industria militar.
“El biodiseño busca trabajar por, para y por medio de la biología, entendiendo las estrategias de la naturaleza para mejorar el desarrollo y fabricación de nuevos materiales y sistemas”, explica Heidi Jalkh, una diseñadora experimental de origen colombiano basada en Buenos Aires. Jalkh es una de las principales referentes locales en la materia. Además de ser docente de Biodiseño en la Maestría de Diseño Interactivo de la UBA, dirige el colectivo Sistemas Materiales, un grupo de investigación interdisciplinario de diseñadores, científicos e ingenieros que desarrolla materiales bioinspirados. Este año realizaron una convocatoria abierta a estudiantes universitarios para participar del prestigioso Biodesign Challenge, una competencia global que tiene como fin formar a la primera generación de biodiseñadores.
La creatividad de los proyectos argentinos superó todas las expectativas, al punto que uno de ellos llegó a ser finalista del concurso, que antes de la pandemia solía celebrarse en el mismísimo MOMA de Nueva York. El equipo formado por tres alumnas de distintas carreras de diseño y una de biología es brillante en más de un sentido. Para abordar el problema ambiental que genera el uso masivo de brillantina –el glitter comenzó a prohibirse en algunos países porque se convierte en microplástico, un tipo de basura marina muy perjudicial para los océanos–, se inspiraron en unos hongos llamados mixomicetos, que tienen en su estructura un brillo natural que genera el mismo efecto visual que la brillantina. “Estamos desarrollando un material que imita la coloración estructural que tienen estos organismos, que en realidad son transparentes pero por su estructura de muchas capas brillan al recibir luz”, sostienen las emprendedoras sobre su invención, a la que llamaron Myxoglow. Y se entusiasman: “El glitter no tiene por qué ser basura”.
La variedad de aplicaciones que tiene el biodiseño hacen difícil pronosticar su techo. La industria de la moda, en el foco de la tormenta en los últimos años por su considerable huella ambiental, ya lo adoptó. ¿El caso paradigmático? Semanas atrás Adidas relanzó uno de sus modelos de zapatillas más icónicos con la particularidad de que, en lugar de usar cuero sintético, están hechas de un material derivado de las raíces de hongos que cultivan de forma sustentable. “El biodiseño tiene que ver con la innovación pero a su vez con armonizar nuestra relación con el ambiente, con encontrar un vínculo más simbiótico con la Tierra pero sin ser extractivos. La tecnología es el organismo”, agrega Jalkh. Al respecto, una novedad editorial explora cómo la naturaleza y la ciencia se dan la mano. En 60 inventos que nos cambiaron la vida (de Editorial El Ateneo) la bióloga francesa Emmanuelle Pouydebat recoge casos sorprendentes en donde lo natural sirve de modelo para grandes creaciones que están transformando nuestro presente y seguirán cambiando el futuro. Drones, satélites, anaglésicos y robots son algunos de los inventos que ya se inspiraron en la naturaleza.
Por: Adriana Diaz.
Fuente. La nacion.